III Carrera Garganta de los Infiernos

   Mi romance con esta carrera empezó cuando hace un año vi algunas fotografías de atletas por los parajes inigualables del Jerte, luchando contra el relieve a la vez que disfrutando del recorrido. En ese justo momento me di cuenta de que en la siguiente edición estaría yo también corriendo por allí fuese lo dura que fuese.

   Y así no esperé a quedarme sin plazas y estuve atento a la apertura de inscripciones para hacerlo cuanto antes pues sabía de la demanda que había por parte de los atletas. De hecho fui la cuarta persona en inscribirse, y lo hice 4 minutos después de abrirse el plazo, lo que quería decir que ya había tres "locos" que se había dado más prisa que yo. En 19 horas se habían agotado las 200 inscripciones puestas a disposición por la organización. Estaba hecho, sólo cabía esperar la fecha y disfrutar lo más posible en mi primera incursión seria en carreras de montaña. Ya había hecho Valdigüelo (Santa Marta) en septiembre pero esto es otra historia.

   Y así llego este domingo 21. Decido hacer el viaje el mismo día, aunque fuesen dos hora y media de viaje y  hacer un poquito de turismo después de la carrera. Partimos Ana y yo a las 6:40 de la mañana (la carrera era a las 10) y a las 8:50 ya estábamos en el destino por lo que pudimos recoger tranquilamente el dorsal y charlar un poco con los conocidos que por allí había para correr y acompañar. No tenía nervios pues no tenía presión de tiempos ni de posición, yo lo que quería era disfrutar, pero sí había un poco de inquietud ante la dureza del recorrido que nos esperaba por delante (22 kms).

   Llega la hora y se da la salida. Un mínimo callejeo por el pueblo, el justo para encaminar directamente hasta la naturaleza, la organización huye del asfalto por completo. No salgo con el agobio de la posición pues lo que va a marcar la diferencia son las fuerzas que nos queden a lo largo del trayecto. Pasa 1,4 km. y dejamos el asfalto y el cemento y empezamos a pisar senderos ganando metros a la montaña, ya desde el principio subiendo con buena pendiente, aunque todavía se puede correr porque las fuerzas están intactas, pero dejando claro de inicio que iba a ser un recorrido duro y que si no estabas por la labor de sufrir mejor te dieras la vuelta ahora que todavía estabas cerca.

   Como digo, ya de inicio te topas con un muro. Recuerdo en el km. 3 a un atleta comentar "yo aquí ya empiezo a andar"; yo lo haría poco después, en el 4, como practicamente la mayoría de la gente. Ahora recuerdo las palabras de mi compañero Manu, días antes, cuando le comentaba que habría trozos donde andaría y me decía "¿Ya lo das por hecho que vas a andar?". Dar por hecho dice... Es que durante toda la carrera, en cuando la pendiente se inclinaba más de la cuenta, aunque el terreno permitiera correr, se avanzaba más rápido andando deprisa que corriendo al tran-tran. Merecía la pena no vaciarte en las subidas, ir andando, tomar aliento y guardar fuerzas para en los falsos llanos y bajadas apretar y hacer uso del ritmo que pudieses marcar.

   El primer tramo era practicamente todo sendero hasta poco antes de llegar a Los Pilones en los que te encontrabas una peligrosa bajada por un camino elaborado de piedras especialmente peligroso por los huecos que había entre ellas. Fue el primer momento en donde empecé a sentir miedo de verdad, no era capaz de reducir velocidad e iba tirado hacia abajo con el riesgo de un traspies a un velocidad que te haría dar no sólo el golpe de la caida sino los raspuños y golpes de ir un buen trozo rodando por dichas piedras. Aunque para lo que estaba por venir aquello era el camino de baldosas amarillas.

   Así llego a los Pilones y por curiosidad miro el tiempo: 28 minutos. Curiosidad porque lo que otras tantas veces había programado como ruta andando con cierta dureza y para echarle hora y pico, ahora me lo había ventilado como un aperitivo. Subimos los escalones, cruzamos el puente sobre el río y empezamos a correr/caminar a lado de este hasta que giramos a la derecha donde había una persona indicando por donde ir porque aquello no era camino sino una gigantesca roca. Acababa de empezar lo realmente duro. Estamos hablando que por ahí estaría el km 7 u 8 y hasta el km 10 no llegaríamos al punto más alto de la carrera.

   Muchos tramos caminando, en cuanto se vislumbraba un poco de camino libre con menos pendiente se trotaba unos segundos hasta que la siguiente curva de 180º te volvía a poner en tu sitio. No pensar que por ir andando se sufría menos, porque tratabas de no bajar el ritmo que llevaras, tirando de riñones y sintiendo cómo cada músculo de las piernas se resentía como si corriera a 3:45. Aprovecho para beber un pequeño botecito de isotónica que llevaba en el cinturón y un gel. Por momentos dejabas de ver tierra y  corrías o caminabas sólo por piedras, cada uno colocada a su libre albedrío, ninguna de manera uniforme, sin poder así levantar la vista del suelo y poder disfrutar un poco del paisaje y de las vistas. De hecho poco recuerdo de lo que había allá arriba que no sea la sinuosidad del terreno.

   Y así llegamos al km 10 en donde ya se coronaba. A partir de ahí se permitía correr durante más tiempo, aunque siempre te encontrabas con un trozo que te hacía parar y subir andando entre las piedras como si fueran grandes escalones para continuar corriendo otra vez. En uno de esos cambios de dejar de andar y empezar a correr tuve un traspiés al no calcular bien la altura de una piedra y caí mitad de costado y mitad de espalda dando incluso una vuelta de campana. En un instante me examino, rasguños en las manos, sangre en la rodilla derecha, el típico entumecimiento del porrazo y poco más. Vanesa, la primera chica en la carrera iba detrás mia y me pregunta si todo bien, a lo que le contesto que sólo rasguños. Seguimos corriendo el camino de piedras cada vez más inclinado hacia abajo y más escarpado, de vez en cuando algún cartel avisando de la peligrosidad y así llegamos al puente de Carlos V en donde nos espera el primer avituallamiento sólido y líquido. Tomo un vaso de isotónica, un trozo de plátano y arranco a correr otra vez con dos trozos de nueces que me las voy comiendo por el camino.

   La bajada de piedras se torna peligrosa, la inclinación te hace decidir entre bajar andando y seguro o corriendo y rezar que no suceda nada. Decido rezar... un zig zag permanente por un irregular sendero pedregado en el que en ocasiones se confundía el camino a seguir y el resto del monte. En milésimas de segundos la mente tiene que decidir en dónde va a apoyar los pies en los siguientes tres pasos, el equilibrio y la velocidad van de la mano y un momento de duda puede hacer que acabes en el suelo. Pierdo ya la noción de donde acababa una bajada y dónde empezaba una subida y viceversa, porque era un continuo sube y baja, con unos escasos metros de llano. En uno de esos llanos menos peligroso debí bajar la guardia y tuve una torcedura de tobillo en el pie izquierdo que sólo me empezó a dar lata de vuelta a casa en el coche.

   Poco a poco  las piedras van quedando atrás. Pasamos por una parte del trayecto en el que se intuye el recorrido por las pisadas del resto de corredores. Un mar de hojas y hiervas secas bajo nuestros pies y ahora más que nunca es imprescindible la señalización de la organización. Realmente vas corriendo a ciegas y confiando que bajo esa vegetación no haya una roca "invisible" que te haga tropezar o torcerte un tobillo, pero en ese momento de bajada no piensas sólo corres. No te da tiempo a acostumbrarte cuando llega otra subida. Entonces piensas... "venga, esta la subo corriendo", a los 20 segundos te justificas diciendo "bueno... mejor guardar fuerzas". Los isquios, gemelos y sóleos empiezan a sentirse bien cargados mientras caminas a zancadas, tirando de riñones intentando vencer al relieve.

   Impresionante también una de las siguientes bajadas (ya pierdo la cuenta), de una vereda sinuosa haciendo infinitas "eses". Imaginaos un camino de unos 60 cms por debajo del ras del suelo, como si hubiera sido cavado o como si fuera el cauce de un riachuelo seco. No sé como, pero aquel camino estaba alli. Ahora ya eran escasas las piedras, lo que te hacía correr más despreocupado, coger más velocidad, pero concentrado en seguir ese trayecto en el que la propia inercia te empuja hacia abajo sin necesidad de echar fuerzas. Las curvas ya no son tan esquinadas y te permiten tomarlas como si fuera el peralte de una pista de ciclismo ya que dicho camino estrecho tiene forma de U y se ensancha en las curvas. Por momentos me sentía como una bola por los railes de una máquina de Pimball.

   
     Ya estamos en el último trozo de carrera, a la altura del km 16 o 17. Los senderos ya son anchos y te permiten correr en paralelo a otros corredores. Ahí se me presenta Juanma y me pregunta mi nombre, nos damos un apretón de manos. Es un corredor con el que llevo haciendo la goma desde hace bastantes minutos. El tío bajaba impresionante pero en las cuestas yo tenía un punto más y donde uno ganaba el otro perdía pero siempre ibamos a la par. Yo le iba "cantando" los km. que ibamos gastando y le comentaba la osadía que teníamos de bajar por aquellos terrenos a 3:30 o 3:40, pero que era imposible frenar. Juanma me repetía en las subidas "es dura eh?" Y así ya se empieza a escuchar a lo lejos alboroto del público y la megafonía de la organización, la meta está cerca, pero cuando ya te crees que vas a encarar al pueblo... ops!!! otra subida !!! no puede ser...!!! otra vez a caminar pero algo me decía que esa ya era la última asi que, qué demonios!!! a correr!!! culmino casi sin hígado pero la bajada ya está ahi....

   La vegetación empieza a ser cada vez menos espesa y de repente aparece a mis pies el camino de cemento que me dirigirá al puente y posteriormente a meta. Lo había medido al subir y eran 1,4 kms... a tirarse!! la planta de los pies ya duele al zapatear el suelo, la puntera de los mismos choca contra el frente de los zapatos al intentar controlar en la bajada y no pasarte con la zancada y caer al suelo. Un corredor parado haciendo estiramientos pues se le había subido el gemelo lo animo y sigo... cruzo el puente y ya hay gente en cada curva animando a lo grande. Encaro los últimos 200 metros por las callejuelas de Jerte, la gente anima como si hubiera allí 5.000 personas, en ningún sitio he visto tanto entusiasmo, parecía yo el ganador... ultima curva y arco de meta con un alboroto del público impresionante al paso de cada corredor, la sonrisa se dibuja en mi cara y cruzo meta con 2 horas y 9 minutos. Tiempo que para mí no era ni bueno ni malo pues no tenía referencias, pero al ver la clasificación allí mismo y ver el tiempo de la gente me he dado cuenta que he realizado un carrerón.


  Concluyo que no se me da nada mal la montaña, que tengo un punto a favor en las subidas y descubro, por contra, que en las bajadas se puede mejorar mucho pues me adelantan fácil, aunque realmente debe ser que la gente está loca, porque cuando digo me adelantan es que voy a 3:30 min/km.
La organización increible, inmejorable, el público anima como si aquello fuera la final de la Champion League de futbol. Mis sensaciones corriendo buenísimas, teniendo siempre fuerzas en donde mandaba el correr y el coraje. La carrera es ciertamente peligrosa, pero lo es tanto como tu lo quieras hacer o cuanto tú quieras arriesgar, ya que si vas temeroso te vas a caer seguro y debes confiar en tus reflejos y no en las órdenes que tú les des a tus pies. Sobre todo en la bajada son movimientos no calculados, tu mente ha hecho que inconscientemente pongas tus pies en esta parte de la piedra o a este lado del agua, aqui o hallá. La diferencia aquí no la dá tanto lo rápido que corras sino que, creo yo, que lo marca cuánto tiempo puedas correr y no andar. Yo por mi parte aprovechaba cualquier  llanito, aunque fuera de 10 metros para trotar. Realmente esta carrera hay que hacerla alguna vez porque si no lo haces te falta una grandísima experiencia en tu curriculum.

Como siempre aquí están los datos de mi carrera. Esta vez no pongo sólo los kms y ritmos pues no tendría sentido. Pongo el enlace a todos los datos (si sale en millas, arriba en la derecha pulsar "sistema métrico")